La constante destrucción de la naturaleza y los retos de los grandes avances tecno-científicos, han conducido a la humanidad a una conciencia mayor sobre la vida y el medio ambiente. Entre los retos actuales están el ensañamiento terapéutico, la suspensión de terapias que sostienen la vida, las armas biológicas, la reproducción asistida y selectiva, los diagnósticos clínicos, la experimentación para nuevos medicamentos, los trasplantes, las clonaciones, los alimentos transgénicos, la eutanasia, los pesticidas, los contaminantes, las vacunas… y todo aquello que se relaciona con los ecosistemas en los que se desarrolla la vida y de los que depende la vida humana. Por eso podemos afirmar, con certeza, que la Bioética es una ciencia de máxima prioridad y actualidad en el siglo XXI.

Afortunadamente, los principios que gobiernan la vida han sido descubiertos y han prevalecido perennemente desde miles de años atrás. Aunque lamentablemente, en muchos de los casos, esas inquietudes por desarrollar la Bioética, han estado al margen de esos principios que son herencia de la Filosofía realista, y más bien han estado en franca dependencia de ideologías como el racionalismo, el idealismo, el empirismo y el pensamiento que se derivó de éstos.  No hay que olvidar que muchos de los centros de estudios en Bioética que se fundaron en la segunda mitad del siglo XX son de corte personalista, fenomenológico y, aunque defienden un orden natural, manifiestan ciertos retos en los que se refiere a la fundamentación filosófica, sobre todo en lo que corresponde a la Metafísica. El relativismo imperante, ha impedido que haya consenso, aun en lo que se refiere a la definición del término “Bioética”, de modo que cada uno la concibe como algo distinto. Sin embargo, la Bioética, con sus aciertos y sus errores, depende siempre de fundamentos filosóficos, o al menos ideológicos, aunque muchas veces no quiera reconocerlo. A veces aportando grandes cosas a favor del hombre y de la vida y otras veces atentando contra ellos. Eso ha sucedido porque, los fundamentos de la Filosofía realista son desconocidos por muchos de los bioeticistas, médicos, biólogos, abogados y humanistas que, las más de las veces, han intentado resolver, desde la medicina y, en el mejor de los casos, desde la Biología, el Derecho y otras ciencias humanas, los problemas y retos éticos que la tecnología les presenta.

En este contexto, nosotros sostenemos que es indispensable una luz que oriente por el camino del respeto a los derechos humanos y del bien común. También somos conscientes de que, actualmente, los avances tecnológicos o de ciencia aplicada, plantean cada día más retos a la Filosofía y, dentro de ésta, a la Bioética, de modo que ya no pueden abordarse exclusivamente desde el ámbito filosófico, sino que es necesario incorporar otras disciplinas como la Biología, el Derecho, la Ecología, las Humanidades, la Sociología, la Medicina, la Religión, etc. Hoy es necesario tratar los problemas bioéticos de modo interdisciplinario, aunque siempre desde la columna vertebral de la Filosofía realista. Pensamos que la Bioética no puede considerarse como un apartado de la Medicina ni ser reducida a los asuntos médicos. Porque es, a todas luces evidente, que hay que abarcar todas las intervenciones sobre la vida, sobre los ecosistemas y todo lo que favorece la vida y al hombre como parte fundamental del ecosistema. Por eso definimos la Bioética como: “La ciencia filosófica que estudia los actos humanos en su relación con el fin último de la vida”, independientemente de que la Bioética tenga que consultar a otras ciencias y técnicas. También es necesario reconocer que al igual que la Ética general, por ser una ciencia filosófica y apoyarse exclusivamente en la luz natural de la razón, la Bioética excluye los argumentos de fe, aun cuando pueda considerarlos como referencia para demostrar sus principios y sus conclusiones. Es necesario reconocer que al igual que la Ética general, la Bioética es una ciencia incompleta sin la Teología revelada, porque con las solas fuerzas de la razón, no es posible alcanzar todo lo que el hombre necesita para una ordenación perfecta de sus actos humanos en función del último fin de éstos y de la vida en su conjunto. De aquí se sigue la importancia de la formación de grupos interdisciplinarios ya que, desde varios ámbitos, puede realizarse la investigación y el análisis en distintos niveles de profundidad. Todos los ámbitos son necesarios para una visión integral e interdisciplinaria.

En la enseñanza de la Bioética resulta fundamental el orden de dependencia entre el conocimiento técnico del médico o del jurista y las ciencias filosóficas. Para comprender adecuadamente la Bioética es necesario tener muy claro, no sólo el eslabón que une a las ciencias como la Biología, la Física o el Derecho con la Filosofía, sino también el eslabón entre las técnicas quirúrgicas o médicas con la Filosofía. Para aplicar la Bioética, hay que ver que todo acto humano se subordina a la ley y al fin próximo de la acción y al fin último de toda acción. También es necesario comprender los medios por los que puede lograrse la perfección de la técnica en función del fin último de la acción práctica, del fin último de toda acción y del orden de dependencia causal que explica la acción práctica física y moral. Lo importante es comprender que en Bioética no basta con el conocimiento y la metodología de las ciencias particulares o experimentales para justificar su acción práctica. Al biólogo, al médico, al biotecnólogo o al ecologista, no le bastan las conclusiones de la Física y de la Biología para justificar su acción, ni siquiera las del derecho o de otras ciencias humanas como la Psicología y la Sociología, sino que es necesario acudir a la metodología filosófica para dar razón última que justifique que su acción técnica o práctica, no sólo busca un fin inmediato que es la felicidad con minúscula, sino que debe orientarse al fin último de toda acción que es la Felicidad con mayúscula. No basta con las causas próximas para justificar la acción práctica, sino que es necesario acudir a las causas últimas y esto sólo se logra mediante el conocimiento de las conclusiones filosóficas. Si no se cuenta con la ciencia y la sabiduría o la Filosofía, pueden sobrevenir errores que acarrean consecuencias prácticas individuales, sociales, ambientales, pero, sobre todo, morales.

En Bioética, como en cualquier Ética aplicada, es necesario hacer conciencia de que, actualmente con la especialización, se requiere un conocimiento de síntesis para saber la pertinencia o no de un procedimiento que puede afectar, no únicamente el orden físico sino el orden moral. Es necesario que el que dirige la acción se apoye en la ciencia, pero, a su vez, es necesaria una ciencia que sintetice a las demás ciencias y esta es la Filosofía. La acción práctica progresará auténticamente en la medida en que se encuentre dirigida, aunque remotamente, por la Filosofía.

Todo lo anterior nos lleva a concluir que el bioeticista, no puede ser cualquier aficionado, sino que ha de conocer los principios últimos conductuales que determinan el proyecto total en cada acción, aconsejando lo más conveniente en cada caso concreto. El bioeticista tiene la función de diseñar y discernir modelos o proporcionar ideas para que los que realizan las acciones, pongan los medios y remuevan los obstáculos de modo que, cada proyecto relacionado con la vida, en cualquiera de sus formas, se realice respetando el orden natural. El bioeticista ha de sostener el ánimo y la voluntad de los que realizan las acciones para lograr los fines sin desviarse del orden al fin último que se encuentra en la entraña de todo cuanto existe.

Manuel Ocampo Ponce.